Este 23 de julio concluyó el encuentro de ministros de Ambiente y Energía del G20 en Nápoles, Italia, con la aprobación de un comunicado conjunto, el Comunicado Ambiental del G20, que constituye el resultado de semanas de negociaciones y dos días de sesiones ininterrumpidas.
Aunque el comunicado abarca cuestiones sin duda transcendentes, la reunión envía algunos signos adversos de cara a la ya próxima Conferencia de las Partes, la vigésimo sexta, a celebrarse en Glasgow, Escocia, a principios de noviembre próximo, después de un hiato de casi dos años.
El documento difundido comprende tres áreas temáticas principales: biodiversidad, uso eficiente de los recursos y economía circular, y finanzas sostenibles. Los miembros se comprometen en el comunicado a continuar y aumentar los esfuerzos para enfrentar los desafíos interrelacionados planteados por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, y la contaminación, así como la pérdida, degradación y fragmentación de hábitats, las especies invasoras, la degradación de los suelos y la desertificación, la declinación en la salud de los océanos y mares y el uso no sostenible de agua dulce y otros recursos naturales.
La importancia de estas reuniones no es menor, si se tiene en cuenta que los miembros del G20[1] generan el 80 por ciento del producto doméstico bruto global y son responsables de aproximadamente un 85 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. En estas condiciones se debería esperar que, además de declaraciones que pueden ser particularmente ambiciosas, se produjeran además algunos compromisos políticas sustantivos en aspectos cruciales como el financiamiento climático o la seguridad alimentaria, para facilitar las futuras negociaciones.
Pese a la importancia de los asuntos considerados sobre los que ha habido acuerdos en los abordajes, los miembros, empero, no han conseguido coincidir en la redacción del texto sobre un compromiso climático, según declaró al cierre del evento el propio Ministro de Ambiente de Italia, Sr. Cingolani, anfitrión del encuentro.
En efecto, esta reunión era esperada con considerable expectativa, como un paso decisivo en el camino que lleva a la COP 26. Es que algunos acuerdos a nivel ministerial podrían haber contribuido a resolver algunas de las críticas cuestiones pendientes, entre ellas las divergencias suscitadas en torno al financiamiento para la acción climática y lo relativo a la determinación de los mecanismos -de mercado y no basados en mercados- organizados en el Artículo 6 que pueden facilitar la implementación de las contribuciones nacionales y el aumento de la ambición para el cumplimiento del Acuerdo de París.
No obstante, no hubo acuerdo respecto al texto del comunicado en el tramo concerniente al cambio climático en dos aspectos específicos bien diversos: por una parte, los miembros discreparon acerca de la cuestión de erradicar en el tiempo el uso de carbón para la generación de energía, a lo que un numero de países aun se resisten; por la otra, también hubo discrepancias en lo que concierne a las referencias a la meta global de mitigación.
Cuando faltan solo unos 100 días para la conferencia de las partes en Glasgow se hubiera esperado de esta reunión algunas definiciones mas taxativas en materia de financiamiento, de ambición en la acción y de compromisos para alcanzar la meta de emisiones netas iguales a cero para el 2050.
La ausencia de estas definiciones y de pronunciamientos mas categóricos en estas cuestiones refleja divergencias persistentes entre los países ya muy cercana la COP 26. Así, el Ministro de Ambiente de Italia aclaró que el G20 no había formulado nuevos compromisos financieros en materia de financiamiento climático, probablemente porque ese asunto ha quedado suficientemente explícito. Una vez más, esta cuestión deberá ser sometida a la consideración y el eventual acuerdo de los Jefes de Estado, aunque recién en octubre.
Por su parte, el Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Argentina, Sr. Cabandie, puso énfasis en la posibilidad de impulsar el canje de deuda por acción climática, un concepto que puede tornarse en una solución estratégica especialmente en el contexto actual de la economía mundial y de la crisis resultante de la pandemia. Es que puede considerarse como un mecanismo eficiente para aliviar la presión que soporta el considerable número de países de ingresos bajos e ingresos medios, altamente endeudados, y con crisis de deuda, y a la vez hacer posible la acción climática así como la recuperación verde, en esos países.
Como la cuestión del financiamiento es central para numerosos países, en distintas regiones, es posible que los desacuerdos en esta materia se conviertan en un obstáculo sustancial para alcanzar los consensos que permitan concluir con las negociaciones en torno del libro de reglas del Acuerdo de París.
[1] Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos de Norteamérica, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Rusia, Reino Unido, Sudáfrica, Turquía y la Unión Europea.