El nuevo reporte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (al que casi todos conocen como IPCC, por sus siglas en inglés), difundido hace algo más de tres semanas, ha tenido ciertamente una repercusión extraordinaria.
Ese impacto representa en verdad una respuesta muy positiva, pues revela la conciencia que tienen hoy los actores sociales y económicos acerca de la capacidad que el cambio climático tiene de influir sobre sus vidas y las actividades de la sociedad en el futuro inmediato y, más intensamente aún, en el mediano a largo plazo.
Una respuesta de este tipo es más notable en nuestro país, donde los ciudadanos no parecen típicamente tener la tentación de reflexionar sobre el futuro ni siquiera cuando un esfuerzo de ese alcance es imprescindible.
Este Sexto Reporte de Evaluación[1] del Grupo de Trabajo I, Bases Físicas, que se ha constituido en un nuevo punto de referencia para decisores políticos, planificadores, negociadores, investigadores, y también integrantes de las cadenas productivas e incluso miembros de los distintos componentes del sistema financiero global, contiene precisiones sobre el estado de situación del planeta y alerta, una vez más, sobre las encrucijadas decisivas que enfrenta la comunidad global en un plazo que no va mucho más allá de las próximas dos décadas. La crisis climática está ya presente, es urgente y puede ser catastrófica.
Entre las principales afirmaciones que se hacen en el reporte, destacamos, entre otras, las siguientes:
- La Tierra es hoy más cálida de lo que lo ha sido en los últimos 125 mil años
- La continua dependencia de la sociedad moderna de los combustibles fósiles está aumentando la temperatura del planeta a un ritmo que no tiene precedentes en los últimos 2.000 años
- Más aún, los cambios recientes en el clima son extendidos, rápidos y además se intensifican.
- Los eventos de temperaturas extremas son más intensos y frecuentes, como lo son las precipitaciones severas, aumentan las sequías y los incendios son también más frecuentes y salvajes, mientras sube la temperatura de los océanos y éstos pierden oxígeno a la vez que se acidifican.
- Las emisiones futuras causarán cambios climáticos adicionales.
En rigor, estas afirmaciones no son estrictamente nuevas, y en ciertos casos se reiteran desde al menos el 2007, si bien aumenta la probabilidad de que las proyecciones incluidas en este reporte reciente se cumplan.
Con mayor énfasis, sin embargo, el IPCC sostiene que “a menos que haya reducciones de gases de efecto invernadero inmediatas, rápidas, y a gran escala, limitar el calentamiento a 1.5°C estará más allá del alcance”[2] de los esfuerzos humanos.
Aunque el panorama que devela hoy el reporte es muy inquietante, éste también señala que el clima que experimentemos en el futuro depende de las decisiones que tomemos hoy. Si bien los gases de efecto invernadero impulsan cambios en el clima (como el aumento en la frecuencia y la intensidad de eventos extremos), las naciones pueden todavía prevenir o evitar los peores impactos.
Si aceptamos este aserto como válido, pese a la inevitable valoración pesimista que se ha hecho de los contenidos del Reporte, esta última es una afirmación alentadora, ya que todavía depende de nosotros, de la capacidad de la humanidad de cooperar para evitar un desastre del que, como sostiene el propio Reporte, ninguna región quedará exenta.
En este sentido, el futuro está aún en las manos de la humanidad, si ponemos en marcha ya acciones verdaderamente agresivas para transformar unos estilos de desarrollo que progresivamente destruyen la vida en el planeta. La dilación en la acción, paradójicamente, acelera los tiempos y acortará los plazos para encontrar soluciones que sean menos gravosas y atenúen los costos de la transición.
Algunos signos positivos se vislumbran en cuanto se despliegan acciones de mitigación a escala creciente en casi todas las regiones, crece la presencia de las energías renovables, disminuyen los costos de las tecnologías innovadoras y se multiplican las regulaciones que impulsan la adopción de senderos de transición a largo plazo.
Por otro lado, numerosos países han declarado en estos últimos meses su voluntad de aumentar la ambición en la acción climática, en línea con lo que requiere el Acuerdo de Paris, si bien resta por constatar si esa retórica del compromiso, tan utilizada en otras ocasiones, se materializa de una vez en decisiones concretas, tangibles, efectivas y a la escala necesaria.
[1] IPCC, 2021: Summary for Policymakers. In: Climate Change 2021: The Physical Science Basis. Contribution of
Working Group I to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change [MassonDelmotte, V., P. Zhai, A. Pirani, S. L. Connors, C. Péan, S. Berger, N. Caud, Y. Chen, L. Goldfarb, M. I. Gomis, M. Huang, K. Leitzell, E. Lonnoy, J. B. R. Matthews, T. K. Maycock, T. Waterfield, O. Yelekçi, R. Yu and B. Zhou (eds.)]. Cambridge University Press. In Press.
[2] https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg1/downloads/outreach/IPCC_AR6_WGI_Press_Conference_Slides.pdf
Fuente de la imagen: IPCC